Suena La Paz. Dilo en voz alta y verás que te cambia el ánimo.
Tengo la fortuna de poder escribir este artículo y ahora mismo me imagino como esos actores que cuando ganan un Goya sacan un papel y empiezan con un discurso que no acaba nunca, dando las gracias a todo el mundo, metiéndose en asuntos de los que no entienden pero, eso sí, locos de alegría.
Si tengo que empezar dando las gracias, me acuerdo de momentos preciosos gracias a las bandas de música, totalmente inesperados, en infinidad de calles de Málaga. Si pienso en La Paz, son más de 25 años. Sobre todo, me acuerdo de la Coronación del Rocío. Una de las procesiones de nuestra vida, una de las noches de nuestra vida, terminando con esa foto, ya de día, recogiendo a la Virgen. Gracias por esa noche mágica, que la recuerdo al lado de la Banda escuchando marcha tras marcha todas preciosas. ¡Qué tiempos aquellos (y estamos hablando solo de 2015) en los que todavía se podía acompañar por la acera al trono y a la banda!
Suena La Paz y respiras hondo y feliz, pero cuánto trabajo y esfuerzo, cuanta dedicación y paciencia, y cuánto amor hay detrás. Amor unido a profesionalidad, una mezcla que, si lo pensamos bien, hace imbatible a cualquier proyecto, sea una banda de música, una empresa o, ya que me he venido arriba, un equipo de futbol.
La labor social, educativa, cultural y profesional que nos aportan las bandas de música nunca podrá ser explicada con palabras, siempre nos quedaremos cortos. Aunque si hiciéramos números de los niños que han aprendido a tocar un instrumento, de los niños que se convierten en jóvenes y llenan los conservatorios, de los jóvenes que se convierten en profesionales de la música, de los profesionales que ascienden en la escala y pasan a ser artistas o compositores de éxito… ¿de cuantas personas estaríamos hablando? Yo creo que todo esto es una maravilla.
Ahora en el discurso de los Goya viene meterme donde no me llaman. Quiero dejar algo por aquí sobre los discos físicos. Hace unos meses escuché a un director de orquesta decir que una forma de valoración, prestigio y fama de las orquestas sinfónicas era el número de discos publicados. Hace unos días un compositor consagrado nos decía en un coloquio en la Agrupación de Cofradías que ninguna de sus marchas de los últimos años estaba grabada y que le daba pena porque para él son las mejores.
Un CD es como un libro. Tengo libros de mi padre y mis hijos tendrán los míos. Siempre están ahí. El solo hecho de ir la biblioteca y cogerlos con las manos ya activa buenos recuerdos. Tener un disco en Spotify, donde tampoco se pueden descargar las marchas (¡eso me dicen!) en un pendrive o en el ordenador es condenar la obra al olvido. Es mi humilde opinión. Seguramente no hay CDs simplemente porque no hay dinero para editarlos. Justificar esta realidad en las nuevas tecnologías es, en mi humilde opinión, simplemente una excusa.
Ahora volvamos a la felicidad. Porque las bandas de música nos regalan felicidad. Según el último análisis de la Cátedra de Estudios Cofrades de la UMA, se estima que la Semana Santa de Málaga recibió más de 2,1 millones de visitas en el año 2023. Y todas esas visitas (más de 2.100.000) recibieron, sin duda, el regalo de la música de nuestras bandas. ¿Qué cantante o grupo puede presumir de semejante cantidad de asistentes a sus conciertos? ¿Le damos valor a estas cifras?
Mi familia y yo solo somos unas cabecitas en esa inmensidad de personas que se ven en las fotos. Eso sí, seguro que salimos en más de una porque si está la Virgen de la Salud, Gracia y Esperanza, Penas, Consolación, Paz o Monte Calvario, ahí estamos nosotros. Con la Banda La Paz.
Lo dicho: #SuenaLaPaz, gracias por tanto.